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14 nov 2007

Lo último que se pierde no es la esperanza (por suerte), lo último que se pierde es la IRA.

Esperaré. Esperaré a por ti para perdonarte sí, pero también para tirarte a la cara toda la ira acumulada durante tantos años. Me lo he ganado. Esto no es una carta de amor, es una carta de enojo, de desilusión, de decepción. Y habrá quien livianamente critique mi rabia. Y no me importa. Hoy no te amo, no siento ni amor de madre, ni amor de hija, ni de hermana, ni de nada, hoy estoy en la vacuidad total. En la oscuridad del vacío.

¿Dime, si eres capaz, qué querías de tu madre? Acaso querías un Sí permanente y constante? Acaso querías que todo se te permitiera? Acaso querías ser y hacer sin más, sin poner la cara y sin hacerte responsable? Acaso lo único que sabes para defender tus “ideas” que lejos están de ser ideales es decirme a los gritos: ¡¡NO ME ROMPAS MÁS LAS PELOTAS!!!?????

Aaaaaaaaaaah! No comprendiste nada. Quise evitarte dolores innecesarios, dolores y decepciones por las que ya he pasado yo, y también tu padre. Pero no te sirvieron las palabras. Y has sumado una nueva decepción a mi rosario de decepciones.

Recuerdos

Me trajiste una sonrisa que se ha quedado, tierna, en mi semblante.

Sabores, aromas y aquellos padres que nos amaron tanto y nos mimaron con delicias recién horneadas, canciones y cuentos de hadas en los días de lluvia.