El campo se extendía
siempre verde ante sus ojos,
los árboles pronunciaban su nombre
en el arrullo del viento de otoño.
Una voz en el pinar eterno
diciéndole al oído que el amor vendría
en los brazos de su amante...
con la sonrisa y las lágrimas
corriendo en sus mejillas,
esperando la luz dorada del atardecer,
y en sus manos entrelazadas la esperanza.
Y el campo siempre verde.
Y el pinar siempre murmurando
entre perfumes silvestres.
Y el viento trayendo noticias del amor,
de aquel amor que se fue y que aún no vuelve.
Esperando...
en un campo siempre verde.
© Verónica Curutchet
siempre verde ante sus ojos,
los árboles pronunciaban su nombre
en el arrullo del viento de otoño.
Una voz en el pinar eterno
diciéndole al oído que el amor vendría
en los brazos de su amante...
con la sonrisa y las lágrimas
corriendo en sus mejillas,
esperando la luz dorada del atardecer,
y en sus manos entrelazadas la esperanza.
Y el campo siempre verde.
Y el pinar siempre murmurando
entre perfumes silvestres.
Y el viento trayendo noticias del amor,
de aquel amor que se fue y que aún no vuelve.
Esperando...
en un campo siempre verde.
© Verónica Curutchet
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