Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del
continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de
tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la
casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier
hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por
consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan
por ti.
John Donne
Introducción de
«Por quien doblan las campanas»
de Hernest Hemingway