La más apreciada forma poética japonesa se compone tradicionalmente de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente. Su origen se remonta al siglo XVI, aunque tuvo como precursor el llamado «renga», una pieza de unos cien versos que encadenaba las composiciones de varios poetas.
En estas obras ya estaban presentes los versos de 5 y 7 líneas, así como la importancia de la estación en el ambiente del poema, que en japonés evita expresamente la rima.
Basho Matsuo (1644-1694) se considera el primer gran maestro de la historia del haiku, que a menudo utilizaba pequeñas bromas y juegos de palabras como reacción a las formas poéticas más académicas. El fundador de este arte poético estaba muy influenciado por el pensamiento de Chuang Tse, que rechazaba la artificialidad y el utilitarismo. Sostenía que las cosas aparentemente inútiles son las más valiosas, así como la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza.
Los haikus de Basho son dramáticos, con grandes cambios en el estado de ánimo que se expresan a través de la naturaleza.
Ya en el siglo XVIII, Buson Yosa (1716-1783), que además de poeta era pintor, llevó el haiku a un grado de refinamiento sin igual. Sus poemas plasman un escenario luminoso en el que suceden pequeños milagros llenos de significado. Más que dar una descripción realista y superficial, este creador indaga en la esencia de las cosas.
Issa Kobayashi (1762-1826) fue otra de las grandes figuras del haiku. A la edad de trece años se trasladó a Edo el actual Tokio— para trabajar. Fue aquí donde se iniciaría en este arte poético, en el que a menudo utilizaba palabras dialectales y conversaciones cotidianas. Sus versos celebran los placeres sencillos de la vida y el amor a la naturaleza.
En el siglo XIX destacó Masaoka Shiki, renovador del haiku y defensor de Buson en detrimento de Basho, con cuya obra se mostraba crítico. Le achacaba falta de pureza poética y un exceso de elementos descriptivos que eran más propios de la prosa.
Un siglo más tarde apareció una nueva escuela llamada Shinkeikoo, que apartó a los nuevos poetas japoneses del rigor de los haikus tradicionales. Los creadores de esta nueva hornada tendían a añadir un cuarto verso al haiku para dotarlo de mayor capacidad explicativa.
Fue justamente a principios del siglo XX cuando el haiku empezó a influir en la lírica occidental. Uno de los primeros en recoger la esencia de este arte fue el poeta inglés B.H. Chamberlain, aunque su filosofía está más presente en los «imaginistas», un grupo de poetas ingleses y americanos que decidieron adaptar y cultivar este tipo de versos.
Entre los nombres más ilustres que empezaron a verter poesías próximas al haiku están Ezra Pound, D.H. Lawrence o James Joyce. En Estados Unidos, uno de los autores que mejor plasmaron este arte fue Jack Kerouac.
Los pioneros del haiku en Francia y Portugal fueron, respectivamente, Couchoud y Camilo Pessanha, aunque el espíritu de los versos breves ha tenido mucha influencia en poetas posteriores.
En lengua castellana, México es el país que ha contado desde principios del siglo XX con más autores. Destaca especialmente José Juan Tablada, verdadero precursor del haiku en la poesía hispánica.
Otras figuras literarias que prestaron atención a este género son el también mexicano Octavio Paz y Jorge Luis Borges. Por su parte, el uruguayo Mario Benedetti recogió en su Rincón de haikus una deliciosa colección de poemas de marcado acento humorístico.
Edición a cargo de ALBERT LIBERMANN
© Editorial Océano