»Hice correr por las escuelas y el mercado la noticia de que estaba dispuesta a escribir cartas para gente que no supiera escribir, y a copiar libros, cosa que podía hacer por las noches, cuando los otros copistas hubieran terminado y se hubieran ido a casa. Instalé un amplio estudio en mi casa, muy luminoso, y empecé a desarrollar esa labor para seres humanos. Así fue como llegué a conocerlos y a averiguar lo que los maestros enseñaban de día.
»Era un suplicio para mí no poder acudir de día a oír disertar a los grandes filósofos, pero esta ocupación nocturna me iba muy bien; había conseguido lo que ansiaba, oír las voces cálidas de seres humanos que conversaban conmigo. Hice amistad con mortales. Más de una noche mi casa estaba llena de convidados que yo había invitado a cenar.
ANNE RICE
SANGRE Y ORO
Las Crónicas Vampíricas