Querido Diario,
Como todos los meses ir a pagar el alquiler (la renta) se transforma en un agudo dolor en mi estómago, en un resoplido interno de rabia y angustia que aparece fuerte como un rayo y me traspasa. Sabe Dios que ya no me interesan las cosas materiales, ni siquiera la ropa que antes me encantaba tener siempre algo bonito para ponerme, ahora, ahora ya no me importan esos “detalles”. Desde que mi salud se fue a pique en el 2006 (al leer esto hay alguien que se alegrará mucho del resultado de aquel evento tan desastroso) fueron yéndose de mi lista de prioridades y de intereses muchas cosas. Me da igual si me visto con una bolsa de arpillera o con una prenda de marca. Sinceramente me da lo mismo.
Pero hoy de todas formas me siento fatal, porque ya lo que gano no cubre el alquiler. ¡400 dólares, 100 dólares más de lo que gano mensualmente con mi trabajo fijo!; los otros dos trabajos no son algo “seguro”, son independientes y de un mes a otro mi entrada varía, o sea que, con tres trabajos, muerta de cansancio y con mil achaques, no llego a estar tranquila nunca.
Sé que no debería quejarme, lo intento, pues tengo tres trabajos, pero siento que no alcanza, nunca alcanza… (ahí llega Tito, a acariciarme la cara con su lengua y a llevarse mis lágrimas)
Mi Princesa duerme, por suerte, así no me ve llorar. Igual no sé por qué lloro si por más que llore no arreglo nada, acaso siquiera me descargo un poco, me canso más de lo que ya estoy y luego vuelvo a ponerme una coraza y a disimular y a sonreír y reírme a carcajadas de todo como si todo estuviera bien y todo está mal..
Para colmo empecé nuevamente con hemorragias intestinales, y ya no quiero médicos ni remedios, estoy harta del hospital. Mi rey me dice que tengo que ir al médico, pero para qué, me pregunto yo, si con la última videocolonoscopia no había nada, no había fisura, ni pólipos, ni nada. Todo lo que ingiero me cae mal y luego el sólo hecho de tener que ir a cumplir con mis necesidades biológicas me llena de terror porque todo lo que mi cuerpo despide es de color carmesí.
Luchadora me dice una amiga, también me dice que soy fuerte. La verdad es que hoy me siento como una hormiga o tal vez más chica, como una ameba…
Hoy quiero que me abraces…
Como todos los meses ir a pagar el alquiler (la renta) se transforma en un agudo dolor en mi estómago, en un resoplido interno de rabia y angustia que aparece fuerte como un rayo y me traspasa. Sabe Dios que ya no me interesan las cosas materiales, ni siquiera la ropa que antes me encantaba tener siempre algo bonito para ponerme, ahora, ahora ya no me importan esos “detalles”. Desde que mi salud se fue a pique en el 2006 (al leer esto hay alguien que se alegrará mucho del resultado de aquel evento tan desastroso) fueron yéndose de mi lista de prioridades y de intereses muchas cosas. Me da igual si me visto con una bolsa de arpillera o con una prenda de marca. Sinceramente me da lo mismo.
Pero hoy de todas formas me siento fatal, porque ya lo que gano no cubre el alquiler. ¡400 dólares, 100 dólares más de lo que gano mensualmente con mi trabajo fijo!; los otros dos trabajos no son algo “seguro”, son independientes y de un mes a otro mi entrada varía, o sea que, con tres trabajos, muerta de cansancio y con mil achaques, no llego a estar tranquila nunca.
Sé que no debería quejarme, lo intento, pues tengo tres trabajos, pero siento que no alcanza, nunca alcanza… (ahí llega Tito, a acariciarme la cara con su lengua y a llevarse mis lágrimas)
Mi Princesa duerme, por suerte, así no me ve llorar. Igual no sé por qué lloro si por más que llore no arreglo nada, acaso siquiera me descargo un poco, me canso más de lo que ya estoy y luego vuelvo a ponerme una coraza y a disimular y a sonreír y reírme a carcajadas de todo como si todo estuviera bien y todo está mal..
Para colmo empecé nuevamente con hemorragias intestinales, y ya no quiero médicos ni remedios, estoy harta del hospital. Mi rey me dice que tengo que ir al médico, pero para qué, me pregunto yo, si con la última videocolonoscopia no había nada, no había fisura, ni pólipos, ni nada. Todo lo que ingiero me cae mal y luego el sólo hecho de tener que ir a cumplir con mis necesidades biológicas me llena de terror porque todo lo que mi cuerpo despide es de color carmesí.
Luchadora me dice una amiga, también me dice que soy fuerte. La verdad es que hoy me siento como una hormiga o tal vez más chica, como una ameba…
Hoy quiero que me abraces…
Wilhemina,
tan gris como el cielo que cubre la ciudad
tan gris como el cielo que cubre la ciudad