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25 oct 2008

EL ALBA


La noche había sido larga y el insomnio había ganado la batalla. En medio de la soledad de una casa gigantesca, la niña susurraba a los duendes y les preguntaba dónde estaba el sol porque la oscuridad la asustaba. Los duendes le dijeron que se asomara a la ventana , que mirara hacia el este, allá, donde una tenue luz rosada aparecía haciendo del horizonte una pintura extraordinaria.
La pequeña descorrió las cortinas de la ventana de su habitación azul, y se asomó al abrirla.
Allá en el horizonte lejano la luz rosada que el duende le había señalado estaba transformándose en miles de colores: azules, dorados, rosados, blancos.
La silueta del sol comenzaba a aparecerse como una bola de fuego incandescente luchando y luchando por subir al cielo azul.
Las seis de la mañana, y el alba como un milagro apareciendo por su ventana.
Ya más alto en el horizonte el sol la saludó y por fin, el insomnio que ella padecía desapareció...
La pequeña se durmió al alba ya acompañada por la luz del sol.

© Verónica Curutchet