Voy a dormir la tarde en mis brazos y a rendirme al mundo de los sueños. El cuerpo se me va poniendo viejo y pienso y pienso y pienso…qué será de mí cuando ya no pueda sostenerme sola.
No es tristeza es conocer mi finitud, es mirar en el espejo cada línea que ya se va marcando en mi rostro aunque según dicen tengo suerte: “las arrugas todavía no te tocan”, eso me dicen y supongo que es cuestión de genética o fortuna pero yo veo allí un rastro apenas perceptible por mis propios ojos. Empiezo a envejecer del cuerpo.
¿Yo?
Yo estoy bien querido amigo, solamente cansada (como tú) y algunas veces melancólica (como hoy).
Voy a dormir la tarde en una cama suave, rodeada de mis cuatro amores caninos que no me dejan nunca sola, y liberaré mi mente pronta a navegar más allá de las realidades y dejaré reposar mi cuerpo por unas horas.
Voy a poner, quizás, en un bello sueño, esta alma joven en un cuerpo que le corresponda y cuando despierte, seguramente, me sentiré renovada.
Llueve.
La siesta espera.