¿Nadie te ha dicho que el amor duele? Encuentro desolado tu corazón, inquieto, triste… Te siento como un niño que reclama y no sabe lo que quiere.
Veinte minutos de espera pueden ser eternos y si fueran solamente cinco probablemente serán más largos aún.
Amanda…
La recuerdas, sí, estoy segura. No llego a entender lo de tus “achaques” y no logro hilvanar a McCartney en toda tu verborragia. Milord, ¿estás perdido en tu mundo, en tus letras, o en el mío? Despierta de una vez que esa locura no te pertenece, es mía y sólo mía y la vida que la entiendes porque sabes más de ella que cualquier otro poeta y tú, como yo, cual Memento, escribiéndonos la piel tú con tu amorosa letanía y yo con mis tormentos. El amor cabe en cualquier lado, del lado derecho o del izquierdo igual que mi dolor, que lo agrando y lo encojo cuando quiero y si tenerme lástima deseo lo muestro al mundo y digo: «pobre de mí, qué triste estoy, qué débil soy, por favor no me abandones» ¿¡y qué hay de malo en ello!?
O te han explicado mal o te han enseñado mal o entendiste cualquier cosa, que la realidad no es objetiva y todo es del color del cristal con que la miras…
(¿Nadie te ha dicho que el amor duele?)
No confundas el amor con sexo, que sexo puedes tener con cualquiera pero amor, AMOR ES OTRA COSA que va más allá de tu libertad o de la mía, de tus deseos, de tus anhelos y de tus urgencias.
Te sientes solo y no hay nada de malo en ello. ¿Qué la vida no te entiende? Amor, párate delante del espejo, eres tú la vida y allí mismo tienes toda la comprensión que necesitas, las herramientas para andar y seguir andando y esas herramientas que no deben nombrarse porque ya llegará tu hora y no hay que impulsarla. Además, yo te comprendo un poco… ¿Nadie te ha dicho que el amor duele?
Hablas de los que te quieren como si hablaras de un pedazo de madera, válgame Dios si es que Dios existe. Los que te queremos te aceptamos como eres, así de loco y así de tonto, así de bello y así de feo, así de simple y así de complicado. No le des tantas vueltas al asunto que moral no hay una sóla y cada uno se inventa la que le conviene. No te preocupes tanto de esas pequeñeces.
Daño y bien haces con tus letras, pero lo peor es que al primero que dañas es a ti mismo y el bien lo haces por efecto secundario, a los demás primero y por último a ti mismo. Te repito: a ti mismo último el bien y primero el daño.
Los nombres seguirán flotando en el aire, algunos se hundirán en las profundidades negras del océano y otros partirán a la luz de las estrellas y lo importante Milord, es que cuando ya te queden pocos nombres, porque no lo dudes, en algún momento te quedarán poquitos nombres, sepas leerlos con el corazón y no con la piel, porque la piel se arruga y se agrieta y muere.
Y yo espero, y tú allí y en mí y en todas partes y “esto” como tú le llamas, que no termina y que en realidad recién comienza. Habrá un amor que ya no abre la puerta y habrá dos nuevos esperando a que llegues y entres sin tocar...
No hay amores inmensos o pequeños que te lo expliquen todo. Hay amores que te reviven y otros que te sumergen en el lodo. Amores que dan vida y otros que asesinan. ¿Cuál de éstos es el tuyo, Milord?
Veinte minutos de espera pueden ser eternos y si fueran solamente cinco probablemente serán más largos aún.
Amanda…
La recuerdas, sí, estoy segura. No llego a entender lo de tus “achaques” y no logro hilvanar a McCartney en toda tu verborragia. Milord, ¿estás perdido en tu mundo, en tus letras, o en el mío? Despierta de una vez que esa locura no te pertenece, es mía y sólo mía y la vida que la entiendes porque sabes más de ella que cualquier otro poeta y tú, como yo, cual Memento, escribiéndonos la piel tú con tu amorosa letanía y yo con mis tormentos. El amor cabe en cualquier lado, del lado derecho o del izquierdo igual que mi dolor, que lo agrando y lo encojo cuando quiero y si tenerme lástima deseo lo muestro al mundo y digo: «pobre de mí, qué triste estoy, qué débil soy, por favor no me abandones» ¿¡y qué hay de malo en ello!?
O te han explicado mal o te han enseñado mal o entendiste cualquier cosa, que la realidad no es objetiva y todo es del color del cristal con que la miras…
(¿Nadie te ha dicho que el amor duele?)
No confundas el amor con sexo, que sexo puedes tener con cualquiera pero amor, AMOR ES OTRA COSA que va más allá de tu libertad o de la mía, de tus deseos, de tus anhelos y de tus urgencias.
Te sientes solo y no hay nada de malo en ello. ¿Qué la vida no te entiende? Amor, párate delante del espejo, eres tú la vida y allí mismo tienes toda la comprensión que necesitas, las herramientas para andar y seguir andando y esas herramientas que no deben nombrarse porque ya llegará tu hora y no hay que impulsarla. Además, yo te comprendo un poco… ¿Nadie te ha dicho que el amor duele?
Hablas de los que te quieren como si hablaras de un pedazo de madera, válgame Dios si es que Dios existe. Los que te queremos te aceptamos como eres, así de loco y así de tonto, así de bello y así de feo, así de simple y así de complicado. No le des tantas vueltas al asunto que moral no hay una sóla y cada uno se inventa la que le conviene. No te preocupes tanto de esas pequeñeces.
Daño y bien haces con tus letras, pero lo peor es que al primero que dañas es a ti mismo y el bien lo haces por efecto secundario, a los demás primero y por último a ti mismo. Te repito: a ti mismo último el bien y primero el daño.
Los nombres seguirán flotando en el aire, algunos se hundirán en las profundidades negras del océano y otros partirán a la luz de las estrellas y lo importante Milord, es que cuando ya te queden pocos nombres, porque no lo dudes, en algún momento te quedarán poquitos nombres, sepas leerlos con el corazón y no con la piel, porque la piel se arruga y se agrieta y muere.
Y yo espero, y tú allí y en mí y en todas partes y “esto” como tú le llamas, que no termina y que en realidad recién comienza. Habrá un amor que ya no abre la puerta y habrá dos nuevos esperando a que llegues y entres sin tocar...
No hay amores inmensos o pequeños que te lo expliquen todo. Hay amores que te reviven y otros que te sumergen en el lodo. Amores que dan vida y otros que asesinan. ¿Cuál de éstos es el tuyo, Milord?
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