De soledad, hastiada hasta el olvido,
un paso hacia atrás, hacia el vacío
como una ave solitaria, presa de si misma,
encuentro en el cielo los sonidos.
La inmensidad del mundo me lastima
pues de mí, siempre sola y extraviada,
hace florecer la conciencia de que
no soy más que un grano de arena en el Sahara.
Tan solitario el mundo, tan poblado,
tan repleto de gente y tan abandonado
hace crecer en mí la ilusión de que aún un grano
de arena en el desierto tiene su importancia.
© VERÓNICA CURUTCHET
Buenos Aires, 2001