Fernando Pessoa
Entonces hoy me doy cuenta que mi vida no es mía, que es tuya y que no hay forma de recuperarla porque te lo he dado todo, hasta el último respiro y el último latido. Y lo mejor: ha sido libremente, en pleno uso de mis facultades mentales, cuando he sido joven y podía haber hecho, dicho y ofrecido cualquier otra cosa TE DI MI VIDA ENTERA.
Y me siento lejos de la vida o del otro lado y no hay manera de explicarte porque no lo entenderías, porque tu egoísmo es demasiado, es grande, oscuro y profundo y amarme no me has amado solamente me has deseado.
Estoy del otro lado, rendida a tus deseos, a tus caprichos, por voluntad propia y con la firme decisión de seguir en este plan hasta que la muerte llegue a tomarme de la mano pero no dejo de preguntarme si me estoy equivocando o si me equivoqué hace tantos años cuando me elegiste para tus juegos y manipulaciones.
Estaba sola. Y no es excusa pero necesitaba a alguien y en ese momento apareciste tú, tan caballero, tan galante, tan suave, tan tierno, tan gentleman en todo y real sentido de la palabra inglesa.
Estaba desprotegida. Y asustada en medio de la nada tomé tu mano y te amé porque no podía amar a nadie más.
Los años pasaron y hoy encuentro que entre la vida y yo hay un tenue cristal que me impide ver con claridad tu rostro y comienzo a olvidarte sin dejar de amarte en una borrosidad inescrutable en el frío del invierno de mi tiempo…
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