Navego conciente en el océano verde del follaje. El cielo brilla, celeste, sobre mis ojos y al extender las manos lo toco, y es suave, y es dulce, y es mío.
Los árboles susurran en acariciante abrazo de la brisa, hablan de ángeles en la tierra, de amigos nuevos, de esperanza, de lucha, de sosiego y de paz.
Los pájaros cantan a mi alrededor, y sigo mirando el cielo, tendida en la hierba, escuchando el latido del mundo bajo mi cuerpo por primera vez.
¿Por qué corro si ya estoy donde quiero estar? ¿Por qué me preocupo por lo que acaso pueda o no pueda solucionar?
¿Por qué me exijo tanto si nadie lo hace?
Navego, siempre navego, pero ahora comienzo a navegar en la paz.
©VERONICA CURUTCHET
06/12/2005
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