El goteo apergamina
mis venas lentamente;
el olor de hospital
se trasmuta en paraíso.
Mil leguas me separan
de aquel brillo fugaz de las estrellas
que iluminaban mis rasgos inocentes.
El dolor se filtra y se zambulle
en lo que queda de mi alma.
Tengo esperanza y aún así
me voy muriendo lentamente…
¡y no me quejo!
¡De qué serviría quejarme
si de todos modos me estoy yendo!
©Verónica Curutchet
Martes 22 de abril de 2003
Paseo Mágico, hospital, poesía, poema, literatura,
Alejandro, hay personas tan fuertes en el mundo...
ResponderBorrarSiempre es escalofriante un paisaje así, y la sola idea nos hace cerrar los ojos a lo que de todas formas va a venir. Mi padre, recordando a sus padres y demás familiares, jamás quiso ir a un hospital, decía que el día que fuera no iba a regresar...y así fue. Un gran abrazo
ResponderBorrarEse camino con la esperanza al su lado le ayuda a no quejarse.
ResponderBorrarSospecho que así es.
Besos.
Es inevitable Drac, la muerte es parte de la vida, no hay una sin la otra.
ResponderBorrarun abrazo enorme!
Cecy, gracias por tu visita y tu comentario. Con toda seguridad la esperanza va de su mano.
ResponderBorrarAbrazo!
Han pasado siete años y aún estás aquí.
ResponderBorrarQue bien.
Besos.
Así es ToroSalvaje, seguimos aquí, ya me voy para tu blog!
ResponderBorrarmil besos!