VERONICA DECIDE VIVIR, entrada N° 2

Cuando la muerte se acerca, o la percibes allí arañándote las pisadas y la respiración, la vida pasa como en una patanlla grande y solo pides que sea piadosa y compasiva, que sea rápida y que no reclame muchas cosas ni te haga sufrir.

Como dije en la entrada anterior de este diario dentro de mi diario: me asusté.

Desde allí, mi mamá que se iría pronto creo que estuvo con el jesús en la boca, como decimos aquí, durante los días que faltaban para que regresara a su casa en Juan Lacaze, Uruguay (al otro lado del charco como decimos por aquí). 

Ni bien pude llamé al hospital y pedí un turno con mi cardiólogo, de todas formas ya faltaba poco para que me tocara hacer el chequeo de rutina, así pues, rumbo a cardiología me dirigía y habiendo tenido un episodio de URGENCIA y nombrando a mi doc, me dieron un sobreturno si no, hubiera tenido que esperar más de un mes para ver al médico. Por suerte me atendió una recepcionista muy humana y sensible y logré conseguir un turno para pocos días después.

Otra vez tenía miedo, ahora lo recuerdo.

Por razones obvias, cambiaré los nombres de mis doctores o pondré una inicial, y por un poco de egoísmo pues los quiero a todos para mí (sonrisas) ya que ellos son parte de este viaje en que se ha transformado mi vida, son parte de los cambios interiores y exteriores, son parte de los cuidados y del afecto. Son parte, ahora, inseparable, de mi vida.