ella mirábalos
desde su celda pequeña
con los ojos brillantes
las manos contra la pared
y las piernas separadas
-como el hombre de Vitruvio-
mientras recibía
un latigazo tras otro
-ella no lloraba-
ellos la miraban horrorizados
pero no hacían nada
cuando el verdugo
se retiraba de su celda
las lágrimas
comenzaban a caer y en
cada sitio humedecido
por el dolor
... florecen los narcisos...
© Verónica Curutchet
Pintura de Mark Ryden
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