Por Mario García
En nuestros países mucha gente cree que la bicicleta es principalmente un instrumento de deporte y recreación. Por ello, cuando alguien nos ve llegar en bici a su encuentro, naturalmente asumen que uno tiene estado atlético, que viene de hacer ejercicio y que somos valientes por mezclarnos en el tránsito…pero que, por las mismas razones, que llegamos siempre tarde, que estamos muy transpirados y que en definitiva nos tomamos un enorme trabajo para andar en bicicleta.
La verdad es que la mayoría de los ciclistas urbanos regulares llegamos a tiempo a nuestras citas, no transpiramos cuando estamos en onda transporte -en todo caso hasta menos que un peatón- y no rodamos habitualmente para mejorar nuestra forma física sino para ir de un lugar a otro más rápidamente y con menos trabajo que por cualquier otro medio.
La verdad de la milanesa es que pese todas aquellas interpretaciones, en general los que usamos mucho la bici en la ciudad la utilizamos porque somos bastante vagos.
Vagos porque preferimos subirnos a la bici y salir a la calle antes que atravesar un laberinto edilicio para llegar a la cochera a buscar el auto, y ni hablar cuando la cochera está lejos de casa.
Vagos porque cuando llegamos a destino simplemente llegamos, en lugar de estar media hora dando vueltas por la zona para encontrar lugar donde estacionar, acomodar el coche en otro laberinto, calzarlo con vaselina en una cochera hecha para la mitad de nuestro coche, trepar escaleras arriba por pasadizos de película de terror hasta la calle y luego caminar hasta el lugar de destino.
Vagos porque no queremos meternos en el engorro de comprar una tarjeta para el transporte público, recargarla de tanto en tanto o conseguir monedas, a lo que se suman colas y apretujones, esperas y demoras.
Vagos porque nos molesta esperar media hora un bus, viajar otro tanto apretados como sardinas, bajarnos del bus, encarar la escalera del subte, ensardinarse nuevamente , volver a subir la escalera para retomar la calle y luego caminar quién sabe cuánto para llegar a destino. ¡Eso sí es estado físico!
Vagos porque en lugar de caminar quince minutos para hacer las compras diarias, preferimos llegar en cinco minutos pedaleando y volver con la compra al toque.
Vagos porque odiamos dedicarle tiempo a mantener un nuestro automóvil, lavarlo, llevarlo al taller, renovar nuestra licencia de conducir cada tanto, detenernos a llenar el tanque de combustible, dedicar trabajo y tiempo a investigar sobre planes de seguro y otras menudencias que nos demanda el automóvil.
En definitiva, para un auténtico vago la bicicleta es un placer. Para que lo entienda un peatón, aslgo así como un par de ojotas. Un transporte realmente para enemigos del trabajo y el estrés, sin seguros, sin reparaciones importantes, sin combustible que recargarle, sin licencia de conducir que gestionar, sin tarifas de estacionamiento ni embotellamientos. Un transporte para perezosos, un simple y puro medio de transporte, grande para el cuerpo y maravilloso para el alma.
Fuente:
BiciCLUB Nº 229 | Enero 2014
La Revista del Mundo de la Bicicleta
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