Cuando era pequeña, asistí a un colegio de monjas y hacíamos obras de caridad, en fin, las cosas de siempre... y clásicas, entre ellas visitar asilos de ancianos, instituciones para personas con problemas mentales y físicos, y hoy, caminando por Avenida Cabildo me sentí de nuevo de 5 años y un vívido recuerdo de apoderó de mí.
Mi consulta de hoy, asistir al siquiatra (sí gente, voy al siquiatra) y a terapia, y me bajé como siempre en Blanco Encalada y Cabildo, a unas pocas cuadras de mi consulta y en ese interín, entre Blanco Encalada y Virreynoséqué (hay varias calles con nombres de Virreyes) me topé con dos "postales" que me dieron miedo y pavor, sentí que estamos todos desprotegidos...
En diferentes cuadras, situaciones parecidas, en una de ellas una mujer que le gritaba a un cartel de un banco, no importa cual, leí a los gritos:
BANCO... BANCO... BANCOOOO
y no podía leer la segunda palabra que era el nombre del banco.
Mucha gente se quedó mirando, otra quiso ayudarla pero la mujer no se dejaba. Llamé al 911. No me sale el no meterme.
Dos cuadras más adelante, un episodio similar, pero esta vez no era una mujer era una chica, y tan sólo verla gritar fuera de sí me conmovió, y también me asustó. Pensé: cómo puede ser que una chica de la edad de mi hija, 20 ó 21 años, se encuentre en ese estado? Qué nos está pasando? Me dolía el alma, por suerte no estaba sola, estaba con una señora que supongo era su mamá o alguien que la cuida, pero claro, esta persona tomaba tan naturalmente los gritos furiosos de la chica que parecía que, o no le importaba o no la escuchaba.
Seguí mi camino pensando en aquella visita que hicimos con las monjas a una institución de chicos enfermos mentales y con problemas físicos como deformidades. Recuerdo que uno de los chicos, con síndrome de down quería jugar conmigo y me agarró de la mano y me apretaba fuerte y no me soltaba y de pronto se armó un lío tremendo porque todos los demás se pusieron nerviosos y yo lloraba y sentí, pobrecitos, en mi mente inocente, que eso que veía era «locura» y desde ese entonces he tenido miedo a la pérdida de la razón y hoy me volví a sentir así de chiquitita y vulnerable.
Otra vez lloré.
Y llegué a mi consulta hecha un estropajo de dolor, de impotencia y de miedo.
Sí, soy un simple ser humano. Un simple, pequeño, ser humano.
Verónica
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